Entrevista a Luci Cavallero-Colectivo Ni una Menos.


A pocas horas del comienzo de la jornada del 8M de 2018, nos reunimos con Luci Cavallero: socióloga oriunda del barrio de Gerli, apasionada por la lucha feminista y sindical y participante (hiper!) activa del colectivo Ni una Menos para que nos comparta su mirada sobre los procesos políticos que han delineado la convocatoria a este nuevo paro internacional.

En tu trayectoria de participación de Ni una menos y de la convocatoria a los 8M, qué aspectos novedosos se fueron sumando de un año al otro? Por decirlo así, cómo ves la evolución de estas convocatorias en términos políticos, de organización, ideológicos.

En relación al 8M del año pasado se dieron bastantes saltos cualitativos. Algo muy importante que sucedió es que el primer paro fue tomado más como si fuera un evento, y este paro se empezó a desplegar como un proceso. ¿En qué sentido? Las asambleas que se dieron de preparación al primer 8M se tomaron como inspiración y como ejemplo de  transversalidad y se empezaron a producir asambleas preparando este 8M durante todo el año, en muchas organizaciones. Entonces este paro fue como preparado.

Y por otro lado, con respecto al 8M del año pasado, se retomaron preguntas que surgieron en las asambleas del primer paro. Por ejemplo ¿cómo para una trabajadora de la economía popular? ¿Qué conjunto de tareas puede dejar de hacer ese día, o qué conjunto de mandatos puede desobedecer ese 8? En el sentido de no tener un trabajo con patrón. Entonces todas esas preguntas que aparecieron en las asambleas de preparación del primer paro se fueron contestando a lo largo del año, y hoy aparece este paro ya en ese sentido con más respuestas. Muchas compañeras de la economía popular con trabajos no sindicalizados tradicionalmente, empezaron a gestionarse quién se iba a hacer cargo ese día de las tareas. O por otro lado, en la villa 21 nos dijeron las trabajadoras de los comedores populares que habían estado pensando en asamblea cómo sería parar, y que ese día iban a entregar la comida cruda.

En síntesis, este paro con respecto al anterior se despliega mucho más como un proceso y menos como un acontecimiento. Por otro lado se sumaron sectores que en la convocatoria del año pasado estaban afuera. Una porción de las centrales sindicales de la CTA autónoma, por ejemplo, que habían decidido movilizar y concentrar en otro lado, este año estuvieron participando del proceso de organización. También empezaron a venir a las asambleas de preparación del paro diputadas, dirigentes altos de centrales sindicales. Digamos, fue un aspecto muy novedoso porque las asambleas feministas de preparación del paro se transformaron en un lugar donde todas las voces valen lo mismo y sin embargo está hablando una diputada y después habla una compañera travesti contando su situación. Se da una heterogeneidad de relatos que permite construir como una narración de la conflictividad que empieza en el cuerpo y termina en el trabajo digamos; es el único actor político donde se puede hablar en todos esos registros.

En la convocatoria convergen centrales sindicales poderosas que en muchas otras ocasiones , luchas o demandas no han podido o no han querido articular. Contanos cómo fue ese proceso de articulación, qué particularidades le ves.

Con respecto a las centrales sindicales se dio un proceso muy interesante. Yo creo que habría que remitirse al primer paro nacional de mujeres, que fue en octubre de 2016 donde por la convocatoria que se hace en CTEP a partir del femicidio de Lucía Perez, empiezan a venir algunas compañeras sindicalistas a las asambleas tradicionalmente pensadas como feministas. Entonces en esas asambleas se empieza a tramar un relato de la decisión del paro nacional en donde la violencia femicida se empieza a entramar con otras violencias, que podemos pensar como violencias económicas, que tiene que ver también con condiciones laborales, con precarización, con todas formas de -podemos pensarlo así- de quitar autonomía a la vida de las mujeres y por lo tanto hacer más vulnerables sus vidas ante la violencia machista. Me parece que a partir de ese momento, octubre de 2016, se empieza a dar como una sinergia muy interesante entre feminismo y sindicalismo. Compañeras de los sindicatos que vivían su experiencia sindical escindida del feminismo, empiezan a poder encontrar un ámbito de articulación y además de revitalización de la actividad sindical en las asambleas feministas. Esa presión que se genera, una especie de contrapoder en las asambleas feministas pero que después resuena y vuelve a los lugares de trabajo. Entonces muchas centrales empezaron a tomar esas demandas que eran históricas del movimiento feminista y hacerlas parte de la agenda de reivindicaciones. Inclusive llegando ya creo que al punto máximo de esa trama o de ese entremezclado de agendas el 21 de febrero, donde 3 dirigentes que hablan en el palco de la última movilización dicen que la continuación de la lucha del 21 de febrero es el 8M. E incluyen en las reivindicaciones de esa manifestación las reivindicaciones del feminismo, están en el pliego de reivindicaciones de la convocatoria del 21F.

Me parece que esa articulación fue posible sólo porque acumulamos un poder en el feminismo pero sin perder interlocución con las estructuras sindicales, en el sentido que a las asambleas feministas también venían compañeras del sindicalismo. Y de alguna manera saldando (o en vías de saldar) esta histórica escisión de la militancia feminista y la militancia sindicalista, que es como esas compañeras la contaban que la vivían, no? Como una desconfianza desde el feminismo hacia las compañeras sindicalistas, y a su vez las compañeras sindicalistas sintiéndose incomprendidas por la complejidad que implica dar esos debates en las estructuras patriarcales sindicales por las compañeras feministas. Entonces me parece que ese movimiento de hacer asambleas propias pero incluyendo a las compañeras sindicalistas que después iban tomando fuerza para volver a sus lugares de trabajo y plantear esas demandas por la fuerza que fuimos acumulando en las calles. Porque digo, también el sindicalismo nos empieza a reconocer como un actor político de oposición al macrismo, y estamos hablando de 300.000 mujeres en el último paro. Entonces me parece que hay ahí un cruce de agendas ya irreversible.

En este paro, otra cosa que pasó muy interesante en este cruce entre sindicalismo y feminismo, fue que de los dos paros de mujeres quedaron saldos en términos de diálogos entre sectores históricamente enfrentados muy importantes. Por ejemplo el armado de la Corriente Federal y la CTA de los trabajadores del año pasado , surge del paro de mujeres de 2017 y después se replica en todas las otras luchas que vienen después que incluyen a varones: estoy hablando de paros docentes, de la marcha federal, etc. Y este año se dio también algo muy importante, y es que se logró la unidad de todas las centrales donde las compañeras, en estos lazos históricos que permite entramar el feminismo por fuera del sindicalismo donde estas compañeras se vienen encontrando: me refiero a encuentros de mujeres  y otras actividades, estas compañeras de alguna manera hacen una foto de unidad y van a marchar todas juntas desobedeciendo internas de dirigentes patriarcales.

Crees que en la construcción discursiva de la convocatoria al paro está más presente o más explícito un encuadre feminista? Veo que el documento consensuado convoca a un «paro feminista» mientras que previamente se hablaba de «paro de mujeres». Notas un desplazamiento en ese sentido, aunque no signifique necesariamente dejar de lado el sujeto mujer/mujeres?

Me parece que en este paro, muchos otros actores que lo miraban con desconfianza a este proceso, empezaron a reclamar una participación más protagónica, una inclusión de demandas específicas. Me refiero al movimiento de travestis y trans que empezó a participar de las asambleas este año; también este año vinieron las mujeres wichis, vinieron a las asambleas mujeres mapuches. Bueno, las lesbianas siempre estuvimos, desde el principio,  aunque estábamos debajo de la categoría de mujeres. Me parece que hubo un desplazamiento en este sentido. Si lo tengo que pensar en términos de esta discursividad, para mi el desplazamiento no tiene tanto que ver con dejar de lado el sujeto mujeres sino con que hicimos un aprendizaje en el sentido que hay una forma feminista de mirar los conflictos. Cuando decimos paro internacional feminista estamos diciendo que desde el feminismo podemos producir un diagnóstico distinto sobre la conflictividad social: en ese sentido me parece que hay un desplazamiento. No tiene que ver tanto con desplazar el sujeto mujeres sino con decir que para oponer una resistencia eficaz al macrismo hay que producir una mirada feminista de los conflictos. Por ejemplo, la reforma previsional no puede ser enfrentada, o resistida, o producir un diagnóstico de las consecuencias que trae en la población en general, sin un montón de producción de reflexiones que hicimos desde el feminismo que tienen que ver con quiénes producen valor, que tiene que ver con los trabajos invisibilizados, con los trabajos no remunerados, con quiénes tienen que tener acceso a una jubilación.

En tu devenir politico-academico tuviste una serie de encuentros con mujeres sindicalistas que compartieron con vos el carácter de su actividad: ¿cuáles son las dificultades más destacadas que enfrentan estas sindicalistas en sus organizaciones? Y teniendo en cuenta la diversidad  de posicionamientos políticos de estas organizaciones, cuales son las demandas más fuertes que sostienen hoy en el cruce clase-genero?

Las compañeras sindicalistas en sus organizaciones arrastran conflictos históricos: primero, la dirigencia sindical es absolutamente chonga, lo ves en cada palco. Hay 9 hombres y 1 mujer. Pero sobre todo enfrentan cierta discursividad que se repite a lo largo de la historia -me acuerdo de haberlo hablado con vos. Primero pensar que la lucha feminista le quita fuerza al reclamo sindical en términos de que separa a la clase trabajadora, y que en un momento donde el macrismo está atacando al sindicalismo, hacer eso es debilitar al sindicalismo. Después también hay compañeros que ven al feminismo como un agente externo al sindicalismo. Esto de que el movimiento feminista se haya apropiado de la herramienta del paro, históricamente propiedad del movimiento obrero. Lo que hizo el feminismo fue, no solamente apropiarse del paro sino también cuestionar quién puede llamar a paro. Eso produce un efecto al interior de los sindicatos, en el sentido que las compañeras también desobedecen la idea de que sólo algunas personas pueden llamar a paro. El paro internacional de mujeres revirtió eso: nos están matando y a nosotras nos parece suficiente razón para hacer paro. Entonces de alguna manera produjo un desacato en quiénes son las voces autorizadas para llamar al paro. Eso revolucionó un montón las estructuras, produjo reacciones, no? Del tipo “ustedes no nos van a decir a nosotros quién llama a paro”. Por otro lado también hay una idea de que el paro feminista es una forma de dejar afuera a los hombres y que también debilita la unidad necesaria para enfrentar…y cosas que se repiten a lo largo de la historia. Esto es lo que me contaban las compañeras.  La demanda mas fuerte hoy en el cruce de clase y genero tiene que ver con reconocimiento del trabajo no remunerado: eso ya está en la agenda de todas las centrales. Tiene que ver con guarderías, tanto en el ámbito privado como en el ámbito estatal. Licencias parentales. La derogación de la reforma previsional. La oposición a la reforma laboral. Esas creo que serían las demandas más importantes. También hay una demanda muy importante que tiene que ver con licencias en los lugares de trabajo en situaciones de violencia de género.

Por Constanza Diaz