Como estudiantes del profesorado Alfredo L. Palacios y futuros docentes, queremos hacer llegar nuestro más profundo y enérgico repudio a las palabras de la Ministra de Educación de la Ciudad de Buenos Aires, Soledad Acuña, las cuales evidencian una deliberada y clara postura política discriminatoria, represiva y antidemocrática, que parecería esbozar cierta nostalgia por los más oscuros tiempos políticos de nuestro país.
 
Si bien los comentarios de la ministra ya son de público conocimiento, como futuros profesionales en el ámbito de la enseñanza, desde nuestro humilde pero firme lugar, bien podríamos explicarle a la Ministra que la política es el alma de la educación y que las prácticas educativas siempre son políticas, porque involucran valores, proyectos, utopías que reproducen, legitiman, cuestionan o transforman las relaciones de poder prevalecientes en la sociedad. Además, porque la educación nunca es neutral, está a favor de la dominación o de la emancipación. Sin embargo, hacer hincapié en esto bien podría servirnos como una reafirmación de valores, más no podríamos enseñárselo a la Ministra, ya que es muy difícil el acto de enseñar si del otro lado no existe cierto interés o apertura por aprender… Y la ministra Acuña no quiere aprender esto, no le interesa, pero tampoco lo ignora, ya que su posicionamiento sobre la educación es muy político, porque cuando desde el Ministerio de Educación porteño intentan esbozar una caricatura de nuestros próceres como agentes históricos neutros sin ideología, eso es un posicionamiento con fines políticos. Cuando buscan establecer que en Geografía, las líneas fronterizas de los países y los recursos naturales que quedan encerrados dentro de estas no forman parte de disputas sociales y empresariales, eso es un posicionamiento con fines políticos. Cuando desde el gobierno se hace la vista gorda en el control del cumplimiento de la Ley de educación sexual integral en los colegios, es un posicionamiento con fines políticos. Cuando el salario de los docentes es mal pagado, ajustado, congelado, se les sobrecarga de trabajo y se los expone en pandemia para después llamarlos “fracasados”, es un posicionamiento con fines políticos.
Bien vale aclarar que el interés de Acuña por “reveer la formación docente” no forma parte de un hecho aislado, ni un comentario al pasar, sino que va en concordancia con el espíritu homogeneizador y monopólico que denunciamos los terciarios que el Gobierno de la Ciudad quería llevar a cabo con la construcción de la Unicaba. Si alguien tenía alguna duda sobre el motivo del proyecto de Larreta para la creación de la Unicaba, estas dudas han quedado saldadas con el camión hidrante de agravios, falacias e injurias que la Ministra de Educación tiene por boca.
El no apartar a Acuña de su cargo no sólo significa un apoyo corporativo a su gestión, sino también la clarificación del rumbo de los nefastos intereses político educativos que actual gestión porteña nos tiene reservados.
 
Orgullo por nuestros docentes, vergüenza por nuestros gobernantes.